Una mañana, tarde, o noche, Caperucita Roja sale de su casa. Lleva el pelo recogido y las cintas de su chaqueta roja están bien atadas. Se había asegurado de que las ventanas quedaran cerradas con pestillo y le da dos vueltas a la llave no sin antes vigilar que no la observaran. Podéis pensar que iba a hacer algo distinto, no? Sin embargo, esta era su rutina. Aquel día, tal y como sabéis que dice el cuento, se encontró al lobo en el bosque. Ella no tenía claro si lo conocía, lo cierto es que algo en él le resultaba familiar. Más tarde se daría cuenta de que era su actitud. Demasiado tarde.
El lobo no era una criatura para nada extraña sino que hay muchos más como él. Llevaba días buscando una joven con la que compartir su tiempo e hizo cuanto estuvo en su mano para que Caperucita se encontrara atrapada en su plan y además creyese que la culpa era de ella por no haberse alejado de él en cuanto lo vió.
Ella se defendió y corrió, o se quedó en shock. Ella le dijo que no, o tenía tanto miedo que no podía articular palabra. Ella se sentía agredida, o no, porque no le daba tiempo a procesar lo que ocurría.
El lobo no era una criatura para nada extraña sino que hay muchos más como él. Llevaba días buscando una joven con la que compartir su tiempo e hizo cuanto estuvo en su mano para que Caperucita se encontrara atrapada en su plan y además creyese que la culpa era de ella por no haberse alejado de él en cuanto lo vió.
Ella se defendió y corrió, o se quedó en shock. Ella le dijo que no, o tenía tanto miedo que no podía articular palabra. Ella se sentía agredida, o no, porque no le daba tiempo a procesar lo que ocurría.
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Tú, que estás al otro lado de la pantalla, si alguna vez has culpado a una mujer por el daño que le ha hecho un hombre, debes saber que hay toda una cultura que te impulsa a pensar así. Se llama CULTURA DE LA VIOLACIÓN.
Tanto hombres como mujeres podemos caer en ese error, pero ni los hombres son lobos descontrolados ni las mujeres somos Caperucitas indefensas. Justamente el cuento contiene un trasfondo machista: enseñar a las mujeres a no ser agredidas en vez de a ellos a no hacerlo.
NINGUNA mujer es culpable de que un hombre la viole. Ninguna.
Da igual la ropa que lleve, la hora que sea, ni importa si tenían pensado acostarse: si no hay consentimiento, es violación.
Vivimos en una sociedad que enseña a las mujeres a no ser violadas y las pone en duda si alzan la voz mientras que obvia enseñar a los hombres a no violar y guarda firme la presunción de inocencia de los violadores.
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